Según un nuevo libro, por razones biológicas se puede ser adicto al ejercicio físico, al sexo, a la comida, al dinero, al juego y a innumerables cosas, que si las llevamos al extremo en la búsqueda del mayor placer pueden terminar haciéndonos mucho daño. Sin embargo, de acuerdo a las mismas investigaciones, también se puede ser adicto a la generosidad. Y la adicción a la generosidad, por más extrema que sea, no perjudica a nadie, ni al que la ejerce ni a quien recibe sus beneficios.
Durante décadas, los científicos han estudiado zonas profundas del cerebro que parecen estar asociadas con el placer y la adicción.
Si se coloca un electrodo en esa parte del cerebro de una rata, se obsesionará con estimularla. Cuando se deja que las ratas empujen una palanca a cambio de una corriente ligera que produce “euforia” en los '”centros del placer”, lo hacen hasta 7.000 veces por hora.
A estas ratas se les olvida comer o beber, y se las debe retirar para evitar la inanición. Los machos ignoran a las hembras en celo para conseguir una dosis, y las madres nodrizas ignoran a sus crías.
“Presionar esa palanca se convirtió en todo su mundo”, escribe David J. Linden, un neurocientífico de la facultad de medicina de la Universidad Johns Hopkins, en su nuevo y fascinante libro, The Compass of Pleasure (El compás del placer).
[Siga leyendo ...]