lunes, enero 09, 2017

Saber perdonar: el valor del perdón

Perdonar es un reto. Cuando alguien te traiciona, te insulta, te agrede física o emocionalmente, te ataca de algún modo, tu reacción natural es desdeñar a quién lo hizo y albergar un sentimiento confuso pero potente de frustración, dolor, ira, resentimiento e incluso venganza.

A pesar de ser ésta una respuesta lógica y natural en el ser humano suele traer consigo diversos inconvenientes. Algunos estudios han revelado, por ejemplo, que las personas que no perdonan tienden a sufrir niveles altos de presión arterial y frecuencia cardíaca, entre otros problemas de salud.

Y es que además de la carga emocional que la incapacidad de perdonar nos traslada (o tal vez como consecuencia de esa carga) las reacciones naturales de ‘no perdonar’, asociadas con la culpa, la hostilidad, el odio, la rabia, se han vinculado además con enfermedades cardiovasculares y muertes tempranas.

¿Por qué es tan importante perdonar?

Las ventajas del perdón han sido reveladas por la ciencia en diversas investigaciones, aunque las diferentes corrientes religiosas ya han predicado su práctica durante la extensa historia de la humanidad.

Mientras que desde el ámbito religioso se sostiene que perdonar enriquece el alma y te acerca a Dios, los beneficios de perdonar, que desde hace algún tiempo viene reclamando también la atención científica, van mucho más allá de lo estrictamente espiritual.

Así el valor del perdón se extiende a beneficios como la disminución del dolor crónico, del comportamiento violento, de ciertas dificultades cardiovasculares, al aumento de la esperanza, la tolerancia, la mitigación de los niveles de ansiedad y depresión, entre otros efectos menos estudiados, aunque no por ello menos evidentes.

Perdonar es terapéutico

Perdonar es un componente relativamente nuevo en la psicoterapia, que comenzó a incorporarse de manera paulatina en los años 70, pero no fue hasta la década de los 90 cuando se empezó a considerar como una herramienta terapéutica de efectos observables sobre la salud física y mental.

En el ámbito clínico se han propuesto distintas intervenciones diseñadas para estimular el perdón, que en general tienden a centrarse en la vivencia del daño percibido y en la expresión adecuada de reacciones conductuales, pensamientos y sentimientos.

Básicamente el perdón es una decisión de dejar de lado el resentimiento y los pensamientos de venganza. Y aunque a menudo consideramos que perdonar puede despejar el camino para que el otro individuo continúe con sus ofensas y humillaciones, es un acto crucial para librarnos de la rabia y el dolor que se apodera de nuestra emocionalidad en esas situaciones extremas.

Debemos tener en cuenta que perdonar:

    Supone mucho más que una simple palabra, implica comprenderse profundamente a uno mismo y a nuestros semejantes, permitiéndonos entender la razón de por qué lo hacemos.
    No es aceptar lo inaceptable, ni asumir maltratos, infidelidades, abusos, agresiones, etc. Tampoco significa hacer creer que no ha pasado nada, porque se estaría obviando la realidad y, por ende, se acumularían resentimientos o recelos.
    Asimismo, no es tratar de olvidar lo sucedido, aunque exige aprender de estas experiencias negativas.
    Es liberarse de emociones destructivas y negativas que de otro modo nos acompañarían durante toda la vida.
    Es sobre todo la capacidad de comprender la perspectiva de los demás, apartando los cuestionamientos, los prejuicios, la culpa, el rencor y los reproches.

En resumen, perdonar nos hace mejores, y los resultados de distintos estudios sugieren que las intervenciones terapéuticas que promueven el perdón llevan a reducir los efectos negativos que para la salud mental tiene el “no-perdón”, produciendo incrementos objetivos de la autoestima.

En general, los niveles de perdón correlacionan positivamente con indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o ansiedad.

El valor del perdón y su influencia

El no perdonar nos vuelve más intolerantes con nosotros mismos y con nuestros semejantes. De manera que reconocer una equivocación, ajena o propia, así como entenderla y perdonarla, implica una nueva oportunidad de continuar nuestras vidas sin cargas negativas, rompiendo el vínculo con las malas experiencias del pasado y sin arrastrar ningún resentimiento o rencor.

El valor del perdón radica por tanto en su poder de influencia sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos,  ayudándonos a crecer en los siguientes aspectos:

    Nos permite ser más más generosos, más realistas, más tolerantes y más felices.

    Nos ubica, a nosotros y a los que nos rodean, en un nuevo punto de partida desde el que se puede comenzar otra vez sin arrastrar vivencias negativas que ocurrieron en el pasado.

    El perdón tiene el poder de liberarnos, tanto a quien perdona como a la persona que es perdonada. Además, sella la incomprensión y las malas situaciones pasadas, impulsándonos a enfocarnos en el presente y en nuestro futuro.

    Perdonar es una oportunidad de entender que no somos perfectos, que es natural cometer errores y que cada individuo es un mundo que alberga sentimientos diferentes.

Saber perdonar, los cuatro elementos del perdón

De los diferentes estudios revisados hemos extraído cuatro elementos básicos que consideramos deben formar parte de cualquier proceso orientado al perdón. Estos son: expresar la emoción, entender el por qué, reconstruir la seguridad y soltar.

No tienen por qué presentarse en un orden concreto, aunque si es extremadamente importante que los tres primeros se hayan superado adecuadamente antes de llegar al último para completar el proceso.

Expresar la emoción

Cualquiera que sea el delito, la injusticia o la ofensa, el que perdona necesita expresar plenamente cómo se siente. Si la situación provoca ira, tristeza o rabia, esos sentimientos necesitan ser sentidos y expresados.

Si puede expresarse ante el autor de la ofensa, mucho mejor. Si no es así, se puede utilizar un sustituto, como la técnica de la silla vacía, una carta personal o gritando en el coche con las ventanillas bajadas.

Entender por qué

Nuestro cerebro continuará buscando una explicación hasta que esté satisfecho. Probablemente nunca estaremos de acuerdo con el agresor, pero necesitamos algún esquema que explique por qué ocurrió.

En algunas situaciones, incluso una aceptación de aleatoriedad o casualidad puede ser una explicación suficiente.

Reconstruir la seguridad

El que perdona necesita sentir una razonable seguridad de que el acto no se repetirá. Tanto si es en forma de una disculpa sincera por parte del autor, como una defensa más fuerte contra futuros ataques o la eliminación de la influencia de esa persona, es necesario un mínimo nivel de confianza y seguridad.

Soltar, dejar ir

Una vez procesado el sentimiento, entendido por qué pasó y con la seguridad de que no volverá a ocurrir, es el momento de tomar una decisión difícil. Dejar ir es hacer una promesa de no guardar rencor.

Pero además, dejar ir es hacerse una promesa a sí mismo de que va a dejar de pensar, reproducir, rumiar, perseverar en la injusticia. Si dejar ir parece imposible, es probable que sea debido a que algunos de los tres primeros elementos no habían sido suficientemente superados.

Via psicopedia.org

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