lunes, diciembre 19, 2016

Emociones y salud mental: la nostalgia

El viaje más largo es el que se hace hacia el interior de uno mismo
La nostalgia tiene una interpretación polisémica, esto es, admite diferentes significados y la podemos reconocer cuando nos conectamos con el pasado (un lugar, una actividad, una creencia, una costumbre, un trabajo, un amigo o familiar, una condición de salud o incluso algún tipo de diversión a la que antes se tenía acceso y ahora ya no), es el dolor que se experimenta por haber tenido algo o alguien, y ya no tenerlo, o también es un sentimiento de añoranza de algo que ya pasó (los días felices de la niñez o de una interacción social positiva).

Por otro lado, en el Universo de las emociones de Eduardo Punset (2016) la nostalgia forma parte de la constelación de la emoción básica de la tristeza y es una de sus estrellas junto con la melancolía, la añoranza, el dolor, el sufrimiento, el duelo, la pena, el pesar, el abandono, el desamparo, la humillación, el desánimo, la amargura, la depresión, la desdicha, la desolación, la congoja y muchas otras emociones más. Luego entonces, en esta función polisémica es también una emoción.

Ahora bien, sería materialmente imposible vivir una vida sin haber pasado por eventos positivos o negativos que van marcando nuestro andar. Y, todos esos acontecimientos van asociados a diferentes tipos de emociones.

La conexión entre nuestros estados sociales y emocionales tuvo su acercamiento científico hace apenas un siglo. Enumero tres grandes momentos relacionados con el análisis de las emociones:

    En 1920, el psicólogo y fundador del conductismo, John Broadus Watson, distinguió tres emociones básicas: Miedo, Ira y Amor. Y, realizó una serie de experimentos con bebés para comprobar su existencia (Superperuano, 2106; Wikipedia, 2016)
    Para 1972, el psicólogo Paul Ekman, siguiendo las investigaciones de Charles Darwin, observó la expresión de las emociones en el rostro y concluyó en la existencia de seis emociones básicas y universales: alegría, ira, miedo, asco, sorpresa y tristeza. Posteriormente añadió casi una veintena de emociones más a su lista y distinguió algunas emociones positivas y negativas (Superperuano, 2106; Wikipedia, 2016)

    En el 2016, el divulgador científico Eduardo Punset y sus colaboradores, identificaron 307 emociones; positivas (105), negativas (202) y (5) cometas, en su libro el Universo de las emociones. Hacen hincapié en su función educativa y evolutiva (Universo de emociones, 2016).

En el transcurrir de la vida hay acontecimientos esperados e inesperados que pueden cambiar el rumbo de nuestras expectativas y las emociones asociadas a dichos acontecimientos, necesitan vivirse de forma sana a pesar del impacto que hagan en nuestra historia.  Las emociones que se ignoran o que se expresan sin control tarde o temprano nos cobran factura.

Las mismas conductas de hoy te llevan a la misma conducta de mañana. “Y, tu pasado, tu presente y tu futuro es el mismo. Ello moldea tu personalidad, tu identidad, tu ser” (Dispenza, 2012).

Las heridas emocionales de la infancia: El miedo al abandono, el miedo al rechazo, la humillación, la traición o el miedo a confiar, la injusticia son heridas emocionales que causan dolor (La mente es maravillosa, 2016). Son acontecimientos de vida asociados a las emociones y si no se atienden, se curan o se liberan van a afectar nuestras relaciones en la edad adulta. Y, lo peor de todo es que si no se convierten en aprendizaje se volverán a repetir una y otra vez. Guían nuestra vida y nos ayudan a sobrevivir como cuando sentimos miedo y huimos de algo desconocido, y nos ayudan a vivir y a ser felices como cuando estamos locamente enamorados. Todas las heridas están asociadas también a la hormona del estrés, el cortisol.

Hemos pensado que somos seres puramente racionales y desde la época de René Descartes, él lo decretó: cogito ergo sum, “pienso, luego existo”. Plasmado en su libro el Discurso del Método en 1637. Y, ese paradigma ha afectado nuestras vidas por casi cuatrocientos años.

Sin embargo, los estudios de neurociencia actual, afirman todo lo contrario: Somos seres emocionales, más que racionales.

Somos seres emocionales que aprendimos a razonar, no seres racionales que aprendimos a sentir. Un cerebro que no recibe amor es un cerebro que no desarrolla de forma normal las capacidades intelectuales (Neuropsicologia de las emociones, 2016).

Los avances de las neurociencias han podido identificar en diferentes enfermedades o lesiones a nivel cerebral un desequilibrio emocional y también a la inversa un desequilibrio emocional, se traduce en una lesión cerebral o enfermedad mental.

Los psicópatas no pueden conectarse con las emociones de las personas y no sienten empatía emocional, quienes han sufrido daños a nivel de la corteza prefrontal presentan alteraciones emocionales y de personalidad. En este último caso Phineas P. Gage (1823 – 21 de mayo de 1861) fue un obrero de ferrocarriles, quien debido a un accidente sufrió daños severos en el cerebro, específicamente en parte del lóbulo frontal. Gage sufrió cambios notorios en su personalidad y temperamento, lo que se consideró prueba de que los lóbulos frontales eran los encargados de procesos relacionados con las emociones, la personalidad y las funciones ejecutivas en general (Pinel, 2007).

Podemos incluso enfermar de las emociones, por ejemplo; la tristeza prolongada nos lleva a la depresión.

Hoy día también se sabe que los 50 billones de células que forman nuestro cuerpo (Bruce, 2006) se encuentran conectadas aun estando a distancia. Y, que el ambiente más que la genética (epigenética) permite crecer y desarrollarse a una célula si este ambiente es positivo y nutritivo y no le permite crecer si el ambiente es adverso y negativo.  La neurocientífica Suzanne Felten de la Universidad Rochester de Nueva York, encontró que: En una situación estresante los linfocitos (glóbulos blancos) y las células musculares lisas (conectadas fuertemente al cerebro) son terminaciones nerviosas que se hablan celularmente y esto significa que el sistema inmunológico y el sistema nervioso están conectados y la información llega hasta el cerebro (Glaser & Kiecolt, 2012).

Los primeros experimentos para comprobar la influencia de nuestros pensamientos a nivel celular y emocional se realizaron por Ronald Glaser y Janice Kiecolt con estudiantes universitarios a los cuales se les tomó una muestra de sangre antes y después de un examen. Comprobaron que los hechos tensionantes de la vida se asocian a una mayor incidencia de enfermedades y tuvo como resultado una baja en los niveles de linfocitos o glóbulos blancos asociada al estrés académico (Glaser & Kiecolt, 2012).  Los linfocitos forman parte de nuestro sistema inmunológico, luego entonces si el sistema se desequilibra nos enfermamos. La Psiconeuroendócrinoinmunología es parte de la estrategia actual de intervención terapéutica y mediante un enfoque transdisciplinario se trata a las personas contemplándolas de forma holística como un todo: personalidad (emociones, sentimientos y pensamientos), sistema nervioso, neuroconductores y hormonas y el mismo sistema inmunológico, TODOS están conectados. Si enferma un sistema, enferman los demás.

Otras investigaciones explican que todos tenemos un segundo cerebro, ubicado en el intestino, capaz de influir en nuestro estado de ánimo y en nuestro bienestar. Su principal función es transmitir información de la microbiota al cerebro y a la inversa. Es muy probable que en los próximos años se tenga en cuenta nuestro segundo cerebro en las psicoterapias (Neuropsicología de las emociones, 2016).

Reflexión final

Si todos nuestros sistemas están conectados y nuestras células comunicadas, somos parte de un microuniverso en donde podremos realizar cambios influyendo en cualquiera de ellos de forma positiva para curar los otros.

Conectarnos con lo positivo es clave para nuestra salud mental, los acontecimientos de vida positivos hay que rememorarlos y disfrutarlos y revivir las emociones, y los negativos o tristes hay que analizarlos para convertirlos en aprendizaje de vida para no quedar atrapados en el resentimiento y las emociones negativas.

Necesitamos ser resilientes en las experiencias negativas del pasado y transformarlas en crecimiento. Nunca es tarde para aprender a crecer. Nuestras emociones negativas nublan nuestros recuerdos y los vuelven más polarizados, centralizados y catastróficos orientados hacia el dolor, el sufrimiento o la nostalgia.

Via psicoactiva.com

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