domingo, septiembre 11, 2016

No me miento, me autoengaño

De los creadores de “el lunes sí que sí empiezo la dieta”, “tranquilo puedo beber más que yo controlo”, “este año seguro que voy al gimnasio” o “salimos, pero volvemos pronto que mañana madrugo”, llega la definición de la palabra autoengaño.

Porque autoengaño es eso que realmente crees, estás convencido que vas a hacer, pero al final sabes o al menos sospechas que no harás, aunque sueles estar convencido de que esta vez será distinto cuando dices estas pequeñas mentiras.

Autoengaño, en definitiva, es un término utilizado para esas mentiras que muchas veces sin querer nos contamos a nosotros mismos y esperamos que así sean menores las consecuencias o el malestar que nos producen esas situaciones.

Y sí, son sin querer porque muchas veces no somos conscientes del todo de que eso que decimos no lo vamos a cumplir. Por ello, los autoengaños no son mentiras al uso, ya que estas las contamos con una intención clara de engañar a alguien para obtener algo a cambio.

Los autoengaños, en cambio, muchas veces son excusas que nos ponemos para evitar hacernos daño. Por eso es más correcto decir: yo no me miento, me autoengaño, ya que para mucha gente los autoengaños son una forma de vida que reducen el sufrimiento de la realidad en la que están inmersos.

El mecanismo cerebral del autoengaño

Según Robert Trives el autoengaño es una adaptación destinada a incorporar nuestras mentiras y hacerlas inconscientes o poco visibles a fin de aparentar ser fiables, pues todo engaño está destinado a la autopromoción.

Además, cognitivamente y según las investigaciones realizadas por Trives, mentir conscientemente resulta intrínsecamente agotador para el cerebro porque crea una contradicción en el mismo, lo que puede hacer que se reduzca nuestra capacidad de realización de tareas cognitivas.

Esto explica que nuestro rendimiento sea peor después de haber mentido, incluso si la tarea cognitiva que estamos realizando no tiene nada que ver con la mentira que hemos contado. Por ello, si usamos el autoengaño, al utilizar nuestro inconsciente para mitigar la contradicción reduciendo la carga cognitiva, el rendimiento es mejor, al menos a corto plazo.

Para Trives esto quiere decir que el autoengaño es útil evolutivamente y se ha desarrollado para que el engaño a los demás sea más eficaz y resulte menos costoso momentáneamente cognitivamente hablando.
El autoengaño y las adicciones

La función más importante del autoengaño es hacernos más creíbles ante los otros, más atractivos, porque si mentimos más eficazmente mediante el autoengaño, más fácilmente embaucaremos a los demás mediante su uso.

Por ello, utilizar el autoengaño no implica tener una enfermedad mental. Es más, todos los lectores de este artículo, al igual que su autora, nos hemos autoengañado y lo vamos a seguir haciendo. Si piensas que no, recuerda las frases con las que comenzábamos este artículo para entender que el autoengaño es de lo más común y natural.

Pero, en ocasiones, el autoengaño utilizado como deformación de la realidad a largo plazo puede indicar verdaderos problemas de salud mental. Problemas reflejados, por ejemplo, en las conductas adictivas, porque la mentira deja de pasar el filtro consciente, considerándose el consumo de cualquier sustancia como algo controlable para ese sujeto cuando ya no lo es.

Es decir, como decía Goebbels “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Esto en un adicto se refleja en su deformación de la realidad, tanto en los procesos de recaída como en la justificación de la continuación del consumo de la sustancia a pesar de resultar nocivo, que se manifiesta principalmente en dos razonamientos causados por el autoengaño:

    La culpa de mi recaída eres tú: me encuentro mal por haber discutido contigo, de manera que tú eres el responsable y el consumo lo que necesito para soportarte.

    Yo no tengo un problema con las drogas, porque el control me pertenece: cuando quiera puedo dejarlas, no soy un adicto.

Esto hace que lo que en un principio era un mecanismo adaptativo se convierta en un arma perjudicial contra nosotros mismos. Además, es algo que por extensión y gracias en parte a nuestro gran poder comunicativo, también afecta a los demás y la confianza que depositaran en nosotros en un futuro.

Por eso, evaluar este mecanismo y tenerlo en cuenta en todos los procesos terapéuticos, sobre todo, los relacionados con las conductas adictivas es de suma importancia a la hora de conseguir un cambio terapéutico. Especialmente si queremos que este cambio sea duradero y no consista solo en un autoengaño pasajero.

Fuente lamenteesmaravillosa.com

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