sábado, mayo 14, 2016

La fatiga crónica multiplica por seis el riesgo de suicidio

La depresión afecta al 57% de los enfermos, 14 veces más que la media. Un estudio valora su impacto laboral, emocional y sociosanitario

Fibromialgia y síndrome de fatiga crónica (SFC) tienen hoy su día mundial. Junto a la sensibilidad química múltiple, son las tres patologías más prevalentes de las denominadas enfermedades de sensibilización central. Todas ellas comparten complejidad a la hora de ser diagnosticadas y tratadas, puesto que la causa de su origen, una disfunción del sistema nervioso central, se desconoce y no tiene cura.

Solo los síntomas de cada uno de estos trastornos pueden ser atenuados, pero la falta de recursos para investigar sobre ellos y para tratar de manera completa a quienes los sufren complica sus vidas y desatiende, en muchos casos, a estos enfermos. Agrava la situación que son enfermedades desconocidas socialmente y, por ello, menospreciadas e incluso negadas por el entorno próximo, familiar, laboral y, a veces, médico, pues la sintomatología y grados de afectación son muy variables de un paciente a otro, aunque suelen acusar siempre dolor y cansancio.

Ahora, por primera vez, un estudio ha cuantificado el impacto sociosanitario, emocional y laboral de la encefalomielitis miálgica, conocida como síndrome de fatiga crónica (SFC).

Una de las conclusiones del estudio, que es la tesis doctoral del psicólogo Juan Jiménez Ortiz, es el alto nivel de riesgo de suicidio que presentan las personas que la padecen, un 12,75%, cuando en la población general es del 2,3%. Es decir, seis veces más. La depresión se da en el 57,25% de estos enfermos, una tasa 14 veces superior a la de la población general, que es del 4%.

DESESPERANZA / El tercer dato inquietante es la desesperanza, que muestra su presencia en el 66,85% de los 205 casos estudiados. «La desesperanza es un nivel del estado de ánimo que se aproxima más al riesgo de suicidio que la depresión. Es aquel momento en que la persona, después de haber realizado todo tipo de comportamientos y conductas y no sentir ningún efecto positivo, se viene abajo, pero en la población general no existe todavía ningún estudio sobre ella», explica el autor de la tesis.

De los casos analizados, todos ellos personas diagnosticadas de encefalomielitis miálgica en 14 comunidades, de entre 27 y 71 años, la mayoría (187) son mujeres. «Como consecuencia de los efectos adversos de su sintomatología incapacitante, quedan gravemente dañadas las más significativas dimensiones de su vida», puntualiza el psicólogo.

Muchos estudios han comprobado la relevante intrusividad de la enfermedad en la vida de quienes la padecen, así como el abandono institucional, social y sanitario, y las pérdidas laborales, familiares, de amistades y en el ámbito de las actividades de ocio, y su asociación con la depresión y el riesgo de suicidio. Pero, por primera vez, gracias al estudio de Jiménez, hay cifras de ello.

El psicólogo había empezado a trabajar una tesis sobre la sensibilidad a la ansiedad cuando acudió a su consulta una mujer que estaba sufriendo las consecuencias psicológicas nocivas causadas por el SFC. «Le afectaba en todos los aspectos de su vida. Y me sensibilizó muchísimo. Me pareció muy duro y sugerí a mis directores de tesis –los doctores José María Román y Valle Flores, del departamento de Psicología de la Universidad de Valladolid– el cambio de temática y orientación de mi trabajo», detalla.

La principal conclusión de la investigación de Jiménez es «la necesidad de una intervención preventiva sobre depresión, desesperanza y riesgo de suicidio, que debería apoyarse en varios aspectos. En primer lugar, denunciar cómo el abandono y el desamparo institucional incide en el malestar psicológico de los enfermos. También, ofrecer actividades informativas y formativas sobre la enfermedad, tanto al colectivo socio-familiar como médicosanitario, para que exista una adecuada comprensión y sensibilización y redunde en un trato humano y de verdadero apoyo a las personas afectadas. Y, por último, señala el autor del trabajo, potenciar desde las edades escolares, junto a otras, «las variables moduladoras, como la calidad de vida y el bienestar psicológico».

Jiménez alerta también de que «una intervención psicológica de apoyo primero debe tener en cuenta que se está ante una enfermedad orgánica, y en segundo lugar debe servir para reducir los efectos nocivos de la enfermedad». «No estaremos en un país justo, avanzado y democrático mientras haya personas padeciendo enfermedades del síndrome de sensibilización central que sigan siendo ignoradas e invisibles»,

Via diariocordoba.com

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