jueves, agosto 20, 2015

No sufro de amnesia, solo me acuerdo de lo bonito y de lo que quiero

Guardar malos recuerdos es una trampa mortal para nuestros sentimientos y nuestras emociones. Con más frecuencia y efectividad de la que creemos, sus posos van instalándose en nuestra mente y desequilibrándonos.

Seguramente nuestro rencor e incluso nuestras ansias de venganza tengan una base más que justificable, pero lo cierto es que con esos sentimientos solo nos hacemos daño a nosotros mismos.

Los malos recuerdos generan una compleja inestabilidad que echa profundas raíces en nuestro interior. Esto sucede porque cuando nos sentimos defraudados o dolidos hay algo que se nos rompe por dentro, dejándonos sin capacidad de reacción.

Es decir, como generalmente no tenemos la opción de expresar lo que queremos, acabamos dándole demasiadas vueltas a la situación y generando ideas y sentimientos negativos contra nuestro “enemigo”.

Con el tiempo estos sentimientos se hacen más intensos y provocan problemas de diversa índole, tanto psicológicos como físicos. Es como llevar a nuestras espaldas de manera permanente lo que esa situación o persona supuso en un momento dado.

Es mejor quedarse con los buenos recuerdos

Alimentar nuestros rencores es sinónimo de vivir amargados y de perder nuestra identidad. De todas maneras, como hemos visto, deshacernos de esto es un proceso lento y, seguramente, muy doloroso.

Por muy indeseable que sea una situación, en todo lo que nos sucede hay aprendizaje, por lo que siempre hay algo positivo para nosotros. Esto no implica que no sea normal llorar o sentirnos rabiosos por lo que nos ha sucedido, sino todo lo contrario, pues hacerlo nos servirá de liberación.

Sin embargo, es importante que no alimentemos estos sentimientos, ya que desatendiendo su canalización y haciéndolos prioritarios generaremos un círculo vicioso del que seguramente nos cueste salir.

Cómo deshacernos de lo malo y quedarnos con lo bueno

Puesto que nuestro bienestar emocional depende en gran medida de lo tenga prioridad para nosotros, lo mejor es trabajar para canalizar todo este agujero negro de sentimientos negativos.

La idea es darle preferencia a lo bueno, a lo bonito y a lo positivo. Para ello debemos profundizar en varios puntos emocionales. Veámoslo a continuación:

    Si tienes la opción, habla con la persona que te lastimó. Si esto no es posible puedes escribirle una carta o imaginarte que está sentado ante ti y decirle lo que piensas. Vaciar nuestro interior tiene un gran poder sanador.
  •     Que nos hagan daño y nos defrauden es inevitable, por lo que debemos aceptar que es algo que ocurrirá siempre como fruto de nuestras relaciones y expectativas. Por eso, cuando esto sucede, tenemos que procurar expresar nuestras emociones y sentimientos adecuadamente tanto en tiempo como en forma.
  •     No hagas juicios y evita pensar que eres mejor que la otra persona. Todos cometemos errores y muchas veces nos precipitamos a la hora de valorar los comportamientos de los demás. Mantén tu mente abierta y contempla todas las posibilidades, pero no te cierres a ninguna.
  •     Acepta que las personas cambian. No es que esa persona te haya engañado durante vuestra relación, sino que al igual que nosotros cambiamos, los demás también lo hacen. Deshazte de la imagen que tenías y admite que ha habido una transformación de la que no te habías percatado.
  •     Deja ir, suelta lo negativo y fluye. Este paso es bastante complicado porque significa aceptar que la vida es injusta. A pesar de que aprender es bueno, no siempre podemos sacarle el lado positivo a lo que nos ha ocurrido, por lo que una vez que hayamos asumido lo que teníamos que aprender, lo mejor es dejar marchar los malos recuerdos.
Via lamenteesmaravillosa.com

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