jueves, julio 23, 2015

Consumo de ansiolíticos

Nos referiremos a los ansiolíticos más conocidos y empleados. Los derivados de las benzodiacepinas. Por ejemplo, el diazepan (Valium®). Fue el primero en ser descubierto y comercializado en 1957. Otros ansiolíticos de esta familia son el clordiacepóxido (Librium®), el clorazepato (Tranxilium®), el lorazepan (Orfidal®), el alprazolam (Trankimazin®), por citar únicamente los más habituales.
El consumo de ansiolíticos

Todos tienen en común los mismos efectos: reducen la ansiedad, relajan la tensión muscular, resuelven las crisis epilépticas y, a dosis elevadas, provocan sueño. Todos estos efectos duran el tiempo que tarda el organismo en eliminar el fármaco. No curan los trastornos por ansiedad, ni enfermedades del tono muscular ni la epilepsia. Simplemente enmascaran los síntomas de tales trastornos.

¿Por qué actúan?

Uno de los neurotransmisores cerebrales, el ácido gamma-amino-butírico (GABA en sus siglas inglesas) actúa en la gestión de respuestas corporales ligadas al sistema límbico (cerebro automático). Entre estas respuestas, el miedo, la huida y la ansiedad.

Las benzodiacepinas actúan favoreciendo los efectos inhibidores del GABA y disminuyendo los efectos activadores. Ello supone, entre otras cosas, reducir el miedo y la ansiedad, pero también disminuir la atención lo que dificulta memorizar datos y provoca somnolencia.

El mecanismo de funcionamiento del GABA incluye un complejo receptor en el que hallamos un punto de fijación para las benzodiacepinas. Como si la naturaleza supiera desde siempre que algún día descubriríamos las benzodiacepinas, y nos hubiera dotado del sistema para que hicieran efecto. También hay un punto de fijación para el alcohol, el cual también provoca disminución de la ansiedad, de la atención y aumento de sueño. Las benzodiacepinas son, con mucho, menos tóxicas que el alcohol.

Pero tienen la misma capacidad para producir adicción. Ello depende de dos características:

    Si una persona va tomando benzodiacepinas, su cuerpo se acostumbra y estas hacen menos efecto. La persona debe aumentar la dosis si quiere tener el mismo efecto.
    Una persona acostumbrada a tomar benzodiacepina se siente mal si no las tiene. Aparece una especie de “efecto rebote” y la ansiedad es superior a la que había antes de tomarlas.

No olvidemos que los ansiolíticos no curan el trastorno. Simplemente moderan los síntomas… a corto plazo. Si las mantenemos sin tratar la causa subyacente dejarán de ser una solución para convertirse en un nuevo problema.

La conducta a seguir apropiada es la siguiente:

    En trastornos por ansiedad, no hay que limitarse al empleo de ansiolíticos. La ansiedad es una forma de adaptación que, si es excesiva, traduce un fallo de los mecanismos que regulan el estado de ánimo. Si no hay causas objetivas para sentirse angustiados, hay que hacer un buen diagnóstico acerca del por qué la persona responde con ansiedad y no la puede controlar.

    El estado de ánimo alterado, bien con ansiedad, bien con irritación o con desánimo, no mejora con los ansiolíticos. Estos solamente reducen la ansiedad (ni la irritabilidad ni el desánimo) y solamente a corto plazo. El tratamiento biológico exige el empleo de psicofármacos distintos, quizá menos placenteros pero infinitamente más sólidos a medio y largo plazo.

    Todo trastorno tiene componentes biológicos, pero también psicológicos y sociales. Cualquier sistema de tratamiento debe incluir estos aspectos. La psicoterapia individual y el abordale social (familiar, ambiental, de pareja, etc) es imprescindible.

En la mayor parte de los casos será necesaria la conjunción de los tres abordajes, biológico, psicológico y social.

Y el consumo de ansiolíticos debe ser solamente y a muy corto plazo.

Dr. Romeu

Via drromeu.net

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