miércoles, marzo 18, 2015

Las múltiples caras de los agresores sexuales

El perfil medio es de un varón de entre 25 y 40 años, que actúa en fines de semana o fiestas. Los hay sádicos, psicópatas, ocasionales, pedófilos...

La lacra de las agresiones sexuales no cesa. En callejones oscuros o a plena luz del día, en portales, a veces en el propio domicilio por parte de la pareja o de un ex... Un infierno para quien lo sufre. Y una pesadilla que en algún momento de su vida se cruza por la mente de cualquier mujer, aunque no haya padecido una experiencia tan trágica. Cada día se produce un delito de este tipo en Euskadi, según los datos de la Ertzaintza. El año pasado, 366. Dieciocho menos que el ejercicio anterior. Pese a todo, datos escalofriantes. ¿Qué es lo que lleva a un individuo a tomar por la fuerza a una desconocida o, a veces, incluso a una amiga? ¿Cuál es el perfil de este tipo de delincuente?

"Siempre habrá agresores sexuales", admite Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, quien coincide con la Ertzaintza en que la prevención en este campo pasa la educación en la empatía, la igualdad de sexos y la terapia tanto en víctimas como en verdugos.

En la mayoría de los casos -explica-, los atacantes son varones de entre 25 y 40 años -"cuando mayor es su nivel de vitalidad"-, que prefieren atacar de noche durante los fines de semana o las temporadas festivas. Pero, aún así, no existe un único patrón. Desde el envalentonamiento delante de los amigos hasta el simple desprecio hacia la mujer, los autores de este tipo de delitos responden a motivaciones de muy distinta índole, que repercutirán en gran medida en el riesgo de reincidencia. Estos son los perfiles más habituales.

Los apasionales

No planifican. Los apasionales, cuenta Echeburúa, son agresores ocasionales. "No lo planifican, no ejercen violencia más allá de la necesaria para cometer el acto y no suelen reincidir", desgrana. Su escenario habitual es el de una discoteca, donde el alcohol, las drogas, el calor y la música excitante cocinan el caldo de cultivo que les llevará a cometer el delito. Suelen moverse dentro de un grupo de amigos, que es el que ejerce la presión que finalmente les lleva a atacar a una mujer. "Se envalentonan, aunque en un principio les parezca mal", precisa el catedrático. Esa misma falta de iniciativa personal es lo que después deriva con más frecuencia en el arrepentimiento.

'Dating violence'. Los apasionales derivan, cada vez con más frecuencia, en el denominado 'dating violence'. "Es un tipo de violencia entre iguales, personas que se conocen, amigos. Salen, consumen alcohol o drogas -aunque no siempre- y el varón intenta llegar a algo más", explica Echeburúa. Ante la negativa de su compañera, el 'falso amigo' trata de tomarla por la fuerza. "Si ella ha consumido alguna sustancia, no solo pierde la capacidad de defenderse, también la de discriminar cuándo está entrando en una situación de peligro", indica el psicólogo. Precisamente por la relación cercana que une a atacante y víctima, el incidente suele tener lugar en espacios privados, como una vivienda o un coche, y es por el mismo motivo que en demasiadas ocasiones las afectadas no denuncian lo sucedido.

Los reincidentes

Merodeadores. Al otro lado del espectro se encuentran los agresores reincidentes, que se mueven por impulsos más complejos. "Estos son los que planifican, los que espían, los que merodean y esperan a la víctima idónea". El caso de una estudiante americana que fue asaltada en el portal de su casa en Bilbao la pasada semana pertenece, con toda probabilidad, a este tipo, señala Echeburúa. Aunque la violencia no entiende de estratos sociales, los criminales sexuales reincidentes suelen pertenecer a clase media-baja o baja -no tanto en los ocasionales-, según lo observado en las cárceles. "Estas personas no buscan ayuda por iniciativa propia; sólo se les detecta una vez están presos, así que es de ahí de donde se sacan las conclusiones", cuenta el psicólogo.

Psicópatas sexuales. Tampoco todos los reincidentes se ajustan a una sola descripción. Dentro de este grupo, subyacen otros dos: los psicópatas sexuales y los sádicos. Los primeros son "personas frías, sin escrúpulos ni remordimientos. Utilizan a la mujer como instrumento para satisfacer sus necesidades y carecen de empatía", explica Echeburúa. No se preocupan por las consecuencias que puedan desencadenar sus actos, al menos para la víctima. "Si huyen, es solo por temor a que les pillen". Algunos, incluso, pecan de creerse invulnerables. "Llegan a desafiar a la Policía y dejan una señal, se autoengañan creyéndose más hábiles", comenta el catedrático.

Sádico. Los agresores de tipo sádico son los más escalofriantes, aunque también los menos frecuentes. Echeburúa los describe como criminales que "disfrutan haciendo sufrir a sus víctimas". Al contrario que los psicópatas, que huirán si los gritos de su víctima pueden alertar a policía o transeúntes, para los sádicos "el lloro y el temor no son elementos disuasorios, sino excitantes". "Llegan a herir o a matar para obtener placer".

Revanchismo y humillación. Esa falta de respeto hacia la figura femenina es uno de los principales argumentos que esgrimen aquellos que no ven en la castración química la solución idónea a los delitos sexuales. "En muchos casos, el origen no es la excitación en sí, sino una actitud machista, revanchista contra la mujer o un intento de vejación por falta de autoestima o por un rechazo", expone Echeburúa. Recuerda cómo la violación ha sido uno de los métodos de humillación más común desde hace siglos; cómo los conflictos bélicos, los vencedores abusaban sexualmente de las mujeres de los vencidos. La solución, opina el psicólogo, pasa por inculcar, tanto en la infancia como en los penados, el valor del respeto, la igualdad y la empatía. "Si se ponen en el lugar del otro, será mucho más difícil que comentan actos violentos".

El pedófilo

Diferencias. El catedrático en Psicología Clínica aclara que no es lo mismo un agresor que recurre a un menor por la dificultad de haber accedido a un adulto que un pedófilo: "El pedófilo solo se siente atraído por menores, tiene fantasías con ellos, echa horas en Internet para encontrarlos, conocerlos y pierde el interés cuando aparecen las características sexuales secundarias, como senos o vello".

Secuelas. Lo que lleva a otra pregunta: ¿cuál es el riesgo que corre una víctima infantil de convertirse en un futuro agresor? Concreta Echeburúa que las probabilidades ascienden a un 25%, aunque en ello influyen otros factores: "crecer en una familia desestructurada, no haber integrado lo que está bien y lo que está mal, no haber sido concienciado de lo que suponen estos actos..." Sin embargo, recuerda el experto, tres de cada cuatro jóvenes consiguen superarlo y disfrutar sin miedos de sus relaciones en pareja. "No es un destino inevitable", insiste. "El tratamiento en estos casos es muy importante, no solo para evitar que sean abusadores o sufran otros problemas como ansiedad, sino también para que no le teman a la intimidad con otra persona".

Via elcorreo.com

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