martes, noviembre 11, 2014

Trastorno por atracón

Esta enfermedad mental se caracteriza por episodios repetidos de atracones de comida sin mecanismos compensatorios para evitar ganar peso

Dentro de los trastornos de la conducta alimentaria están los desórdenes parecidos a la anorexia o a la bulimia pero que no cumplen todos los criterios diagnósticos, a los que se les añade el apelativo de "no especificados" (TCANE o TCNE). Entre ellos se encuentra el trastorno por atracón, que afecta a entre un 2% y un 5% de la población. Este artículo describe esta afección, también denominada binge eating disorder, y la asociación entre enfermedades mentales, los desórdenes alimentarios y la obesidad. Además, de la mano de expertos, se apunta qué actitudes ayudan a evitar las conductas de riesgo relacionadas con la alimentación y el culto al cuerpo.

Dentro de la clasificación de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) también están los desórdenes similares a la anorexia o a la bulimia cuyos síntomas no son suficientes para establecer el diagnóstico de alguna de estas dos enfermedades. No obstante, sí que se asemejan en cuanto a su pronóstico y gravedad. A estos se les denomina trastornos de la conducta alimentaria no especificados o trastornos alimentarios no específicos (TCANE o TCNE).

Dentro de este cajón de sastre también están todas las conductas compensatorias inapropiadas que se dan después de una ingesta excesiva e inapropiada de alimentos, y también los cuadros de ingesta compulsiva sin conductas compensatorias. Se estima que entre un 3% y un 5% de la población sufre un TCNE y, a pesar de ser una enfermedad mental grave, tiene cura si el afectado sigue un tratamiento con un equipo de médicos y psicólogos especializados en trastornos de la conducta alimentaria.
El trastorno por atracón

El trastorno por atracón -en inglés, binge eating disorder- es una afección mental que se caracteriza por un comportamiento patológico en el que el afectado tiene episodios repetidos de atracones de comida y, a diferencia de lo que ocurre en la bulimia nerviosa, no sigue los mecanismos compensatorios que buscan impedir ganar kilos (como inducirse el vómito, el uso de diuréticos o laxantes o el exceso de ejercicio físico, entre otros).

Por este motivo, es habitual que los afectados sufran exceso de peso y obesidad. También suelen cargar con un sentimiento de culpa, de vergüenza o de ansiedad por su comportamiento, que lleva a más atracones de comida. Es frecuente, además, que padezcan síntomas depresivos.

Se da entre un 2% y un 5% de la población, sobre todo mujeres con sobrepeso, y en el 30% de las personas obesas que están en programas para perder peso, según señala el artículo publicado en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría 'Aspectos clínicos del trastorno por atracón'. Los alimentos ingeridos en el atracón son, a menudo, ricos en grasa y dulces y comida rápida.

Los autores del citado artículo apuntan que se caracteriza por que el afectado sufre deterioro del entorno social y laboral, exceso de preocupación de su peso y de su figura, está casi siempre haciendo dieta, suele abusar de sustancias tóxicas, sigue un tratamiento por problemas emocionales y tiene antecedentes de depresión y se ha iniciado de manera precoz en hacer dietas por su sobrepeso.

De la misma manera, experiencias adversas en la infancia, historia de padres con problemas afectivos, predisposición a la obesidad, repetida exposición a comentarios negativos sobre su figura o peso, personalidad perfeccionista y autoestima baja, según los especialistas, son algunos de los factores descritos en estos pacientes que tienen un peso importante en el desarrollo de su conducta alimentaria.

Enfermedades mentales, desórdenes alimentarios y obesidad

La Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en un 22% los niños y adolescentes que sufren una enfermedad mental. En los países occidentales, el 6% de estas dolencias corresponden a desórdenes alimentarios. En el documento 'Trastornos de la conducta alimentaria' de la Asociación Española de Pediatría, los autores cifran entre 1% y un 2% las niñas adolescentes que sufren anorexia y entre un 2% y un 4% las que tienen conductas bulímicas; además, apuntan que uno cada dos adolescentes de entre 15 y 16 años piensa que su peso es elevado.

En nuestro país, además, los casos de sobrepeso y obesidad alcanzan cifras que las catalogan de epidemia. Según resultados obtenidos en el Estudio ENRICA (Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular), llega al 62% de la población española. En población escolar, la obesidad afecta al 9% y el exceso de peso hasta a un 33%, según datos de la International Obesity Task Force (IOTF). Y los desórdenes alimentarios no hacen más que aumentar estos porcentajes de manera irremediable.

Prevención: la labor de la familia

El número de afectados de trastornos de la conducta alimentaria parece que se mantiene estable. Sin embargo, las conductas de riesgo asociadas a la alimentación y al culto al cuerpo hacen sospechar que, en un futuro cercano, aumenten. Ante esta situación, la actuación de la familia se hace indispensable como modelo de un estilo de vida saludable y como refuerzo de la autoestima de los hijos.

En esta línea, la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) aporta recomendaciones para los progenitores sobre qué actitudes ayudan a evitar conductas de riesgo que pueden derivar en un desorden alimentario:

    Fomentar la autoestima de los hijos reforzando los aspectos de su personalidad en lugar de los relacionados con su aspecto físico. Enseñarles a aceptar y respetar las diferencias entre personas con independencia de cuál sea su aspecto físico.
    Protegerlos, sin excederse, para que aprendan a ser autónomos y a cuidarse por sí solos. Dejar que se equivoquen para que aprendan.
    Promover un estilo de vida saludable y una alimentación sana y equilibrada. Predicar con el ejemplo: los progenitores no deberían hacer comidas diferentes para adelgazar (y menos realizar dietas milagro).
    Comer en familia al menos una vez al día.
    Ayudarles a desarrollar un sentido crítico hacia los cánones de moda y belleza que se difunden en publicidad, además de hacia las dietas milagro. Enseñarles que seguir una dieta sana es una cuestión de salud, no estética.
    Fomentar la comunicación. Hay que ayudarles a sentirse reconocidos como individuos en el seno de la familia y tener en cuenta sus opiniones.
    Compartir actividades de ocio con ellos, sea ver la televisión como hacer deportes actividades deportivas o culturales e, incluso, navegar por Internet.

Fuente consumer.es

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