jueves, abril 24, 2014

Depresión y obesidad


La depresión es frecuente en toda la sociedad, pero esta enfermedad es especialmente común entre las personas obesas. Existe una relación positiva entre la depresión y el BMI, y la obesidad ha demostrado ser predictiva de la depresión posterior. Lo que vincula ambos fenómenos no entiende completamente, pero hasta la fecha la investigación ha sugerido varias posibles vías causales.

La depresión es una enfermedad común pero potencialmente incapacitante que puede involucrar una serie de síntomas físicos, cognitivos, conductuales y emocionales, pero más frecuentemente se caracteriza por los síntomas principales de la persistente tristeza o desánimo, y la pérdida de placer o interés por las actividades cotidianas. Anteriormente se denominaba «melancolía», un término aplicado por primera vez por los antiguos griegos y en el uso regular hasta el siglo 20, la depresión ha sido reconocida como un problema común, aunque las opciones de tratamiento y las actitudes hacia la enfermedad han cambiado con el tiempo.

Existen varias teorías de por qué se produce la depresión, creyéndose que influyen factores psicológicos, fisiológicos, sociales y genéticos. Una enfermedad, una lesión o un acontecimiento vital estresante pueden precipitar un ataque de depresión, y los individuos con rasgos de personalidad tales como la baja autoestima, una imagen negativa de sí mismos, una tendencia al pesimismo o la auto-recriminación son particularmente vulnerables a esta enfermedad. La presencia de diabetes, enfermedad cardiovascular, trastornos de la alimentación y obesidad también son considerados factores de riesgo para la depresión.


¿Qué significa un diagnóstico de depresión ?

Mientras que la depresión puede ser clasificada como leve, moderada o grave, los síntomas depresivos componen un amplio conjunto y puede variar mucho entre los individuos. La fatiga o falta de energía, problemas de concentración, sentimientos de inutilidad, culpa excesiva o inapropiada, alteraciones del sueño, pensamientos recurrentes de suicidio o autolesión, cambios en el apetito y aumento o disminución de la actividad física y mental, todo puede ser un síntoma de la enfermedad, pero para alcanzar un diagnóstico clínico claro de la depresión los síntomas principales, estado de ánimo bajo y pérdida de interés en actividades diarias, deben estar presente en la mayoría de los días durante un periodo mínimo de dos semanas, en ausencia de una fuente externa de estrés, tales como una pérdida u otro acontecimiento importante de la vida. (Los síntomas depresivos pueden manifestarse con frecuencia después de tales eventos y sólo se consideran patológicos si persisten durante un período prolongado de tiempo)

Según los parámetros de la asistencia sanitaria moderna la depresión se suele definir de acuerdo con uno de los dos sistemas de clasificación: la décima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-10), o la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana de Trastornos Mentales (DSM-IV). Actualmente no existen pruebas de laboratorio para la depresión, por lo que el diagnóstico se basa en la entrevista clínica, a veces junto con un cuestionario de auto-informe o una escala de calificación, como el Cuestionario de Salud del Paciente (PHQ-9) o el Inventario de Depresión de Beck. Se pueden realizar pruebas de laboratorio o estudios por imágenes para descartar diagnósticos diferenciales tales como el hipotiroidismo, los efectos secundarios de los medicamentos o lesiones intracraneales y es posible que la enfermedad se presente únicamente con síntomas somáticos, como dolores de cabeza, dolor de espalda, dolor musculoesquelético, mareos o sensación de mareo , dolor de espalda, dolor de pecho, trastornos digestivos y malestar abdominal, lo que puede justificar una mayor investigación para excluir a las enfermedades físicas.

Deterioro funcional y calidad de vida

El deterioro funcional está fuertemente asociado con la depresión y las personas obesas experimentan deterioro de la función física y niveles de calidad de vida reducidos. El exceso de peso puede hacer que sea más difícil realizar día a día las actividades de base, experimentando mayor dificultad aquellas personas con mayor BMI. La falta de ejercicio físico es común entre las personas obesas, y está positivamente asociado con la depresión. Las personas obesas también están sujetas a tasas elevadas de enfermedades crónicas, que pueden afectar directa e indirectamente en la capacidad funcional y la calidad de vida. La diabetes, en particular, a menudo se asocia con la obesidad y también un factor de riesgo conocido para la depresión.

Las personas obesas pueden experimentar una autopercepción más negativa de su salud y su capacidad, ocurriendo esto tal vez como resultado de la atención mediática dada a los riesgos de salud asociados con la obesidad. En otras palabras, una persona obesa puede percibirse a sí misma como menos saludable o capaz de lo que es en realidad. Esta forma de percepción negativa de sí mismo está muy asociada con la depresión.

La autoestima, el estrés, y los prejuicios sobre la obesidad

La exposición al prejuicio puede llevar a una pobre imagen de sí mismo, a una baja autoestima y a la depresión, particularmente en individuos con una alta auto-aceptación de estereotipos negativos. Es sabido que los prejuicios relacionados con el peso aumentan en línea con el BMI, con los individuos de mayor peso sujetos a más altos niveles de estigma social, y siendo las mujeres obesas en particular más propensas a no estar satisfechas con su forma corporal, y teniendo una auto-imagen más pobre que la población en general. Unas fuertes redes sociales y relaciones de apoyo pueden tener un efecto protector contra el estrés y la depresión, pero a menudo los prejuicios pueden precipitar el aislamiento social, el rechazo y la soledad.

Diversos estudios han relacionado el estrés de forma independiente a la depresión y la obesidad, con muchos individuos obesos que citan el estrés como un factor en la falta de capacidad para mantener un peso saludable a través del tiempo. El estrés se ha asociado positivamente con la adiposidad visceral y no hay evidencia que sugiera que la reducción de la tensión puede conducir a una reducción en los síntomas depresivos.

Depresión con los intentos de pérdida de peso

Varios estudios han mostrado una relación entre la dieta repetida o "yo-yo" y la depresión. Un intento fallido de controlar el peso mediante una dieta, o la recuperación del peso después de una dieta exitosa, puede fomentar un sentimiento de fracaso, lo que lleva a un estado de ánimo bajo. Hay también una cierta evidencia que sugiere que estar sometido a una dieta puede conducir a uno mismo a bajo estado de ánimo. La investigación ha demostrado que un mayor BMI se asocia con un mayor número de intentos de dieta. Por lo tanto, es probable que una persona con un alto índice de masa corporal en particular haya hecho dietas sin éxito varias veces, y por lo tanto como resultado pueden ser más propensos a un estado de ánimo bajo.

Depression has also been shown to predict attrition from weight-loss programs, suggesting that depression can directly hinder weight loss attempts. This may occur because it is more challenging to engage in activities such as meal-planning or participation in regular exercise in the presence of depression. There is also some evidence that expected weight loss is predictive of actual weight loss. Hence the pessimism typically observed in depressed individuals may inadvertently cause them to adopt the self-fulfilling view that their weight loss attempt will fail.

Factores fisiológicos que se relacionan con la obesidad y la depresión

Hay pruebas que sugieren una causalidad bidireccional entre la depresión y la obesidad, mostrando las personas deprimidas un mayor riesgo de convertirse en personas obesas. Se han identificado varios factores causantes posibles, incluyendo la desregulación del eje HPA y la inflamación.

El hipotálamo, la glándula pituitaria y las glándulas suprarrenales son órganos que producen hormonas que trabajan juntas para formar lo que se conoce como el eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA), una parte importante del sistema neuroendocrino responsable de regular muchos procesos fisiológicos incluyendo la digestión, el respuesta al estrés, la función reproductiva y el metabolismo de las grasas, así como el estado de ánimo y la emoción. La desregulación del eje HPA es difícil de evaluar clínicamente, pero se sabe que está asociada al estrés y a la depresión, y también ha sido relacionada con la privación del sueño, los desórdenes alimenticios y la adiposidad visceral. El aumento de peso activa las vías inflamatorias, lo hace que la obesidad sea clasificada como un estado inflamatorio crónico y la inflamación sea un factor de riesgo para la depresión. Hay también alguna evidencia que sugiere que la inflamación crónica puede conducir a por sí misma a alteraciones del eje HPA.

Procedimientos bariátricos como tratamiento para la depresión

La evidencia actual sostiene que los procedimientos bariátricos tienen un efecto beneficioso sobre la depresión. La cirugía bariátrica se asocia con mejoras en varias afecciones de salud vinculadas a la depresión, como la diabetes y la enfermedad cardiovascular, y la pérdida de peso puede facilitar mejoras significativas en la calidad de vida, la función física y la auto-estima. Sin embargo, mientras que algunos estudios han informado de una correlación directa entre la pérdida de peso posquirúrgica y la reducción de los síntomas depresivos, también hay pruebas que sugieren que los procedimientos bariátricos pueden mejorar los efectos de la depresión independientemente de que se produzca la pérdida de peso. Existe la hipótesis de que estas mejoras pueden ocurrir como resultado de la ampliación del acceso a la ayuda y al asesoramiento de pérdida de peso que acompaña a la participación activa en los programas bariátricos eficaces. Es importante que las intervenciones de pérdida de peso para las personas obesas que sufren de depresión tomen en cuenta tanto los factores.

Otros tratamientos

Existen muchas opciones de tratamiento para la depresión, variando la opción más adecuado en función de varios factores, incluyendo el grado y la duración de la depresión, así como el estado general de bienestar físico y mental.

El ejercicio puede ayudar a superar la depresión

Los efectos neuroendocrinos del ejercicio muy parecidos a los de algunos medicamentos anti-depresivos, y mientras que el ejercicio generalmente no es suficiente para resolver la depresión o la obesidad, se sabe que tiene un efecto beneficioso sobre los niveles del estado de ánimo y el estrés, así como en la promoción de la pérdida de peso. Las experiencias iniciales negativas de ejercicio son un fuerte predictor del fracaso general a la hora de adherirse a un régimen de ejercicio; por lo general es preferible elegir una actividad agradable o tratar de incorporar pequeñas cantidades de ejercicio en un horario ya establecido en lugar de comenzar con una forma difícil o inconveniente de ejercecio.

Psicoterapia

Se consideran altamente eficaces varias formas de psicoterapia, o terapia del habla, en el tratamiento de la depresión, estando particularmente bien validada la Terapia Cognitivo-Conductual (CBT). La CBT también puede ayudar a hacer frente a las conductas no saludables asociadas con los alimentos y la alimentación y facilitar el desarrollo de habilidades tales como la gestión del tiempo y la planificación a largo plazo, que son importantes en el manejo del estrés y para mantener un estilo de vida saludable. De acuerdo con el modelo de la CBT, las acciones, los pensamientos, las emociones y las sensaciones físicas están todas interconectadas, de manera que cualquier factor que impacta en una de estas áreas puede afectar a las otras, lo que podría desencadenar una cascada de consecuencias cíclicas negativas. La CBT ofrece un marco práctico en el cúal explorar y cuestionar los pensamientos negativos, las creencias y actitudes que pueden contribuir a un bajo estado de ánimo.

Medicamentos antidepresivos

Los medicamentos antidepresivos pueden ser prescritos solos o en combinación con la psicoterapia. Las formas más comúnmente prescritas de antidepresivos actúan sobre los mensajeros químicos o neurotransmisores del cerebro, como la serotonina o la noradrenalina, que se sabe que afectan el estado de ánimo y a la respuesta emocional. Sin embargo, los mecanismos exactos que subyacen a los efectos de estos fármacos no están claros.

Los antidepresivos pueden ayudar a reducir los síntomas depresivos de forma relativamente rápida en individuos sensibles, produciéndose normalmente el inicio de su efecto en un plazo de dos a seis semanas desde el comienzo del tratamiento. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que los antidepresivos pueden no ser efectivos para casos de leves a moderados de la depresión, y se pueden producir efectos secundarios como aumento de peso, trastornos digestivos, sequedad de boca, insomnio, disfunción eréctil e hiperhidrosis. Además, los fármacos antidepresivos tratan los síntomas y no las causas subyacentes de la depresión, por lo que las recaídas son comunes al producirse la interrupción del tratamiento.


Via laparoscopica.es

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