miércoles, abril 25, 2012

Por qué mentimos

La mentira es un gran esfuerzo para la mente porque todos los dichos y hechos falsos comprometen el futuro para siempre.

La mayoría miente para quedar bien, para obtener lo que quiere, para no perder beneficios, para vender, para dar una imagen falsa de sí mismo, para no ofender o hacer sufrir diciendo la verdad, para no decir que no, para postergar decisiones, para evitar enfrentar los hechos.

¿Qué es lo que se oculta detrás de una mentira? La baja autoestima, la inseguridad, la falta de confianza en sí mismo, problemas de identidad, miedo, culpa, vergüenza, temor al castigo, deseos de manipular.

Los animales también engañan pero ellos lo hacen instintivamente, por cuestiones de supervivencia.

Cuando la mentira se convierte en una práctica habitual puede producir consecuencias aún más graves que las que se tratan de evitar.

Vivir enredado en una maraña de mentiras puede hacer la vida miserable, porque exige mantener una personalidad que no es la propia arriesgándose a ser descubierto y con el temor de que se derrumbe toda la estructura falsa que se construyó y que en su lugar no quede nada.

El mentiroso teme no poder enfrentar las consecuencias de la verdad, desconfía de su propia capacidad e inventa un alter ego que en realidad no existe.

El que miente compulsivamente tiene un trastorno de la personalidad que se conoce como “seudología fantástica”, o sea la creación de un personaje con el objetivo de ser admirado y querido.

El propósito de la mentira es engañar, evitar la pérdida, obtener algo, no frustrarse, ocultarse, ser aceptado y principalmente creído.

El que miente desea aparentar ser quien no es para conseguir, siendo otro, lo que no puede obtener siendo quien es. No está conforme consigo mismo, por eso recurre a la mentira para mejorar su imagen.

Carece de recursos para enfrentar la realidad y tolerar la frustración. Teme perder estima, prestigio, amor, dinero, trabajo, su lugar en el mundo.

No existen las mentiras piadosas porque el que miente lo hace siempre para su propio beneficio.

La mentira, cuando es descubierta, produce rabia, dolor, desilusión y la pérdida de la confianza para siempre.

El mentiroso desenmascarado de pronto se convierte en un desconocido, no se puede saber quien realmente es pero que provoca dudas y rechazo.

A veces las mentiras de alguien cercano son aceptadas porque no se puede tolerar la verdad y entonces se transforman en sus cómplices.

El que miente también desconfía de los demás, porque cree que todo el mundo es como él.

Sin embargo, todos en algún momento hemos sido capaces de mentir por alguna razón que en el mejor de los casos hemos creído justa o piadosa.

Por ejemplo, si alguien nos pregunta si se ve gorda, tal vez no podamos decirle la verdad, que sí lo está, aunque mentirle no le haga nada bien.

A veces el silencio es más elocuente que las palabras y no tenemos necesidad de mentir, porque cuando lo hacemos y no es habitual en nosotros, podemos quedar incómodos e insatisfechos.

Para perder la confianza de los demás sólo basta una sola mentira, pero para ganarla una vida no alcanza después de haberla perdido; porque la mayoría cree, con razón, que la gente en general no cambia.

Fuente: psicologia.laguia2000.com

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