¿Eres de esas personas que viven más “en la cabeza” que “en el pecho”? ¿Prefieres guiarte por lo que te dicta la razón a atender a las sensaciones que experimentas en tu cuello, estómago, o espalda? Si es así, quizá estés dando de lado a un elemento fundamental para el ser humano: las emociones.
Las emociones constituyen el mejor indicador que tenemos para hacer un repaso global de nuestro estado. Si aprendemos a escucharlas, podemos llegar a saber incluso lo que estamos pensando, pues muchos de estos pensamientos (sobre todo los negativos) llegan a pasar desapercibidos y no nos resultan sencillos de detectar.
La visión más extendida en psicología es que, a través de un cambio de pensamiento, lograremos modificar las emociones que le siguen y también las conductas. De este modo, comenzar a pensar de un modo más positivo nos hará sentirnos mejor y desarrollar comportamientos saludables.
Aunque esto es cierto, lo que hoy te planteo es algo distinto. Dado que cambiar las creencias requiere un esfuerzo más complejo en algunos casos… ¿Y si tratases de cambiar tus emociones para cambiar tus pensamientos?
Dicho así puede sonar algo extraño, pero estoy convencido de que, al estar muy familiarizado con las sensaciones que experimentas cuando manifiestas una emoción (ira, alegría, tristeza, miedo o amor), elegir aquellas que te gusten y tratar de provocar dichas sensaciones conscientemente no te resultará muy difícil. De este modo, y con práctica, ¡acabarás descubriéndote pensando cosas positivas!
¿Te animas a probarlo?
Fuente: somospsico.com
viernes, febrero 24, 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario