Cuando enferma una persona, solo desea un par de cosas: El tratamiento correcto y una buena atención. Lo que no sabe, muchas veces, es que ambos factores están estrechamente ligados y que uno es determinante del otro y viceversa.
La relación tratante-paciente comienza desde el punto en que la persona ingresa al servicio de salud, lo que sucederá después depende de las dos partes implicadas. El punto es cuando deja de ser una simple relación profesional y cuando influye en el mejoramiento de la enfermedad. La psicología da su punto de vista.
Más confianza menos medicina
Reza el adagio, “no hay peor enfermo que quien no quiere curarse” y a este respecto es muy cierto. Si la relación entre paciente y profesional de la salud no fluye con naturalidad o no existe la confianza justa y necesaria, es muy difícil que el cuadro mejore.
Entra aquí también un punto psicológico muy importante, la sugestión. Si el paciente desconfía del terapeuta desconfía, también del tratamiento y mentalmente se convence de que no se curará y que la medicina recetada no funcionará.
La clave para la buena salud
La clave entonces estriba en generar un ambiente armónico dentro de los servicios de salud, sea que nos presentemos como usuarios o como prestadores del servicio debemos colaborar para hacer mejor las visitas a la clínica.
Los psicólogos recomiendan prepararse de antemano, quizás pensado que si buscamos ayuda es porque sabemos que nos pueden ayudar. Eso amortiguará un poco las salas de espera y al salir del centro asistencial, hagámoslo convencidos de que nos aliviaremos.
Fuente: pensarenpsicologia.com
jueves, julio 28, 2011
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