miércoles, enero 12, 2011

Depresión perimenopaúsica

Con la llegada de una cierta edad, la mujer se enfrenta a cambios vitales que giran alrededor de la etapa menopáusica.

Estos cambios pueden desembocar en algunas mujeres en una depresión. La edad de comienzo es, en ocasiones, anterior al climaterio (pérdida de la menstruación) y puede llegar a prolongarse hasta muchos años después de perder la regla.

En gran medida, esta época de la vida está rodeada de mitos o prejuicios que analizaremos aquí.

Almudena tenía 59 años cuando vino por primera vez a la consulta y me contó lo siguiente:

«He sido una mujer muy activa y alegre. Siempre andaba canturreando mientras trajinaba de la mañana a la noche. Nunca estaba quieta porque tenía mucho que hacer.

He criado cuatro hijos maravillosos: dos chicas y dos chicos. Mi marido y yo hemos luchado mucho para sacarles adelante, pagarles unos buenos estudios y ayudarles cuanto hemos podido. ¡Gracias a Dios todos tienen buenos trabajos!

Mientras que mi marido trabajaba de mecánico fresador, yo llevaba una pequeña tienda de regalos.

Primero se casaron las chicas, luego se casó el mayor, hace unos meses se fue de casa el pequeño. Ése es de otro talante y no se ha casado. Se ha “juntado” con la novia. ¡Cosas de los jóvenes de ahora! A mí eso no me agrada porque donde esté una buena boda...

Pero, en fin, son ellos los que deciden y con tal de que fueran felices, ¡qué le vamos a hacer!
El caso es que ya no vive ninguno con nosotros. Mi marido se ha jubilado y pensamos que ya, para nosotros solitos, lo mejor era traspasar la tienda y disfrutar de la vida.

Bueno, pues, en lugar de disfrutar, resulta que yo ya no soy la que era. No tengo ganas de nada, ni de la limpiar la casa, con lo limpia que yo he sido, ni ganas de cantar ni de nada. Sólo quiero llorar y acurrucarme en el sofá. Y empiezo a dar vueltas a historias del año “Maricastaña”: que si la faena que me hizo mi suegra, que cuando nació mi hijo mayor tardó una semana en venir a conocerlo; que si aquella vez que mi marido no se impuso a su hermana y se quedó ella con unas tierras del pueblo que su padre le había prometido a él; que si aquella vez que mi cuñada dijo que mi pequeño había pegado al suyo. Nada bueno se me ocurre: sólo cosas que me enfadan para ponerme triste.»

Como habrás imaginado, Almudena padecía lo que ahora conocemos con el descriptivo nombre de síndrome del nido vacío. Ésta es una variante de la depresión posmenopáusica, en la que la mujer se deprime porque le cuesta adaptarse a un nuevo estilo de vida en el que se cree menos útil o menos necesaria. Cuando en realidad se debería sentir satisfecha por haber cumplido con sus responsabilidades de madre.

Otra variante de la depresión de la edad madura es la que presentaba el caso de Estrella, una mujer muy atractiva, de presencia esmerada tanto en su peinado como su maquillaje y vestimenta. Tenía 52 años y se encontraba en pleno proceso de retirada de la regla. Estrella estaba obsesionada con perder la juventud. Sus palabras textuales fueron:

«No soporto la idea de hacerme mayor. No quiero hacerme vieja. Siempre me he cuidado mucho, me gusta salir a la calle muy arreglada y que me miren.

Ahora llevo un par de años con trastornos con la regla y desde hace unos meses tengo sofocos. Sudo tanto que se me descompone el maquillaje. Me da pánico engordar. ¡No quiero ponerme como una foca!
Como no acepto lo que me está pasando, tengo un humor de perros, estoy a la que salta. No hago más que discutir con mis hijos, con mi marido y con el “Lucero del Alba” que se me ponga por delante.»

En el caso de Estrella, lo que está alterando su estado de ánimo es los cambios físicos y la obsesión por la vejez.

Otra paciente me refirió sus temores de que, al dejar de tener la regla y no ser capaz de engendrar hijos, ¡ya no podría considerarse igual de mujer! También temía que se deterioraran las relaciones sexuales con su marido.

Como vemos, son muchos los prejuicios que tenemos sobre la edad madura. Ya hemos hablado aquí de la profecía de autocumplimiento.

Si creo que la menopausia:

* “me va a engordar mucho, engordaré mucho”.
* “es el fin de mi juventud, me sentiré vieja”.
* “me va a convertir en una mujer aburrida y poco interesante, me volveré aburrida”.
* “Si creo que sólo sirvo para cuidar de mis hijos, cuando se vayan de casa, mi vida dejará de tener sentido”.

Así podría seguir durante páginas enteras; lo importante aquí es desmitificar la edad madura y revalorizarla. Es cierto que resulta un poco complicado en una sociedad como la nuestra donde parece que la juventud es el único modelo valorado y valorable. No hay más que ver los anuncios de televisión en los que las protagonistas son bellísimas jovencitas.
Debemos abstraernos de estos clichés publicitarios y empezar a valorar las ventajas de la madurez. ¿Que de qué ventajas estoy hablando? Pues hay muchas.

Por ejemplo:

* Ya no tienes que enfrentarte a las dificultades y las exigencias de criar a los hijos.

* Tienes mucha más experiencia y, por lo tanto, eres mucho más eficaz realizando la labor que tengas que desempeñar.

* Ya no existe riesgo de embarazo y esto hace que muchas mujeres disfruten de relaciones sexuales más espontáneas, más relajadas (sin miedo a ser escuchados o sorprendidos por los hijos in fraganti). Si surge la tan temida sequedad vaginal, existen en el mercado unas pomadas que lo solucionan.

* Gozas de más tiempo libre para desarrollar esas actividades e intereses que antes decías: Si tuviera tiempo, haría... Tuve una paciente que siempre había querido estudiar. Se ha apuntado a la universidad para mayores y está encantada. Es el momento de activar intereses pospuestos. Aunque casi todo el mundo suscribiría aquello de juventud, divino tesoro. La juventud es una etapa vital dura y llena de incertidumbres (¿conseguiré un buen empleo?, ¿podré comprar una casa?, ¿me casaré?, ¿tendré hijos?...). Mientras que, en la edad madura, contamos, en la mayoría de los casos, con tranquilizadoras certezas: gran parte de esos interrogantes han tenido respuesta.

* Otra vivencia enriquecedora que llega en la edad madura es la de ser abuelo. Es una experiencia que nos regala la vida cuando ya no somos jóvenes. Hoy mismo me comentaba una paciente que su suegra parecía otra mujer desde que nació su primera nieta. Había sido una mujer fría y distante para con sus hijos y, al tener a su nieta, dio rienda suelta a toda su ternura con el bebé y con sus hijos, lamentándose de no haber disfrutado en el pasado de ellos. ¡Qué bonito! Parece que el nacimiento de la nieta había conseguido descongelar un corazón helado en su momento, por Dios sabe qué razones. Con todas estas vivencias acumuladas nos volvemos más sabios y la sabiduría nos acerca a la armonía y el bienestar.

Para que esta etapa sea tal como la hemos descrito, te recomiendo los siguientes ejercicios:

En primer lugar, cuida tu cuerpo. En las últimas décadas, ha aumentado la esperanza de vida (una media de 87 años para las mujeres). No es raro ver ancianos de más de 90 años. Por lo tanto, tras la menopausia, todavía tenemos por delante casi otra mitad de vida. Para que la senectud sea un tiempo agradable, cuanto más saludables lleguemos, menos achaques padeceremos, lo que nos permitirá disfrutar más y mejor del día a día. Por lo tanto, cuida ahora tu cuerpo para sembrar la semilla de la salud futura.

Además, es imprescindible que realices también una buena higiene de pensamientos. Pon en tela de juicio todos los mitos con respecto a la menopausia y posmenopausia. Por ejemplo, es posible que unos meses después de la retirada de la regla engordes dos o tres kilos. Eso no es un drama, no supone ni siquiera una talla más. Pero es más, depende mucho de la cultura. Una de las cosas que más me llamó la atención de París es que las mujeres maduras se suelen mantener delgadas y lucen minifaldas y trajes ceñidos con elegancia (seguramente, ellas no relacionan menopausia = gordura).

Los archiconocidos sofocos sólo los padecen el 40 por ciento de las mujeres menopáusicas. Simplemente, la gran cantidad que componen el otro 60 por ciento no lo dicen, por lo que pasa inadvertido. De nuevo, vemos que aquello en lo que ponemos atención tiende a agrandarse en ocasiones de forma ficticia.

Cada vez que tengas pensamientos de rumia (dar vueltas a situaciones del pasado más o menos lejanos), utiliza la técnica de parada de pensamientos.

Por otro lado, haz una lista de cosas que te hubiera gustado hacer pero que pospusiste por falta de tiempo. Después, escoge cuáles puedes desarrollar. Mi madre siempre quiso bailar sevillanas. Con más de 70 años, afectada de artritis y osteoporosis, se apuntó a clases de sevillanas. Hoy día, tiene casi 80 años y tiene menos dolores que hace diez años.

Acude tres veces por semana a bailar y, además del ejercicio físico, le resulta beneficioso reírse con sus compañeras (¡una de ellas tiene 90 años!), charlar y salir de la rutina doméstica.
Otras personas deciden estudiar arte o literatura, aprender informática, hacerse voluntarios o viajar.

En fin, hay muchas cosas que se pueden hacer si uno deja el sentido del ridículo a un lado. No hay más que ver cómo nuestras playas están llenas de jovencitos de más de 70 años pasándoselo "bomba".

La edad madura puede poner el broche de oro o la guinda del pastel si así te lo propones.

Fuente sabervivir.es

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