Científicos aragoneses hallan una relación directa entre la salud mental y la flora intestinal, a la que dañan esos fármacos
El consumo de antibióticos puede provocar tristeza e incluso depresión. Así lo apunta un estudio realizado por científicos aragoneses, que ha detectado una relación directa entre el estado de la flora intestinal y la serotonina, un neurotransmisor esencial para el estado de ánimo.
La investigación realizada con células y ratones en los laboratorios de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza ha demostrado esta correlación. La clave está en la flora intenstinal, que se ve dañada con el consumo de antibióticos y corticosteroides al provocar el deterioro de bacterias intestinales, tanto de las perjudiciales como de las que son beneficiosas para el organismo.
La alteración de la flora intestinal activa unos receptores celulares denominados TLR2 en las células del intestino. El problema es que los TLR2 no solo contribuyen a regular el equilibrio bacteriano sino que su activación disminuye el transporte de seratonina en el organismo. Y el cerebro lo nota. Un «bajón» de serotonina hace que se resienta el estado de ánimo y que, si la situación se prolonga, pueda conducir a depresión o a otras patologías neurológicas.
«hemos demostrado que la proteína TLR2 altera la disponibilidad de seratonina, un neurotransmisor importante en una amplia gama de enfermedades que van desde la depresión a la enfermedad inflamatoria intestinal», explica la investigadora aragonesa Eva Latorre, que trabaja en la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter (Inglaterra) y que es la autora principal de este trabajo científico que ha desarrollado junto a investigadores de la Universidad de Zaragoza.
Aunque matiza que «todavía necesitamos entender mucho más sobre la relación existente entre la microbiota en nuestro intestino y cómo interactúa», destaca que este hallazgo abre un valioso camino para poder dar con «tratamientos efectivos» que, desde el intestino, contribuyan a la salud mental.
El TLR2 es uno de los «sensores de peligro» que trabajan en nuestros intestinos para diferenciar entre microorganismos beneficiosos y dañinos. Cuando estos últimos aparecen, el TLR2 entra en acción. El problema es que acaba afectando a la serotonina.
Los antibióticos dañan la flora intestinal porque, aunque con ellos se controlan enfermedades inducidas por microorganismos patógenos clásicos, también eliminan bacterias beneficiosas para nuestra salud. En el intestino humano se calcula que habitan alrededor de 100 billones de bacterias y otros microorganismos, muchos de ellos beneficiosos para el ser humano.
Via abc.es
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martes, enero 17, 2017
Los antibióticos favorecen la depresión y la tristeza
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